En cada una de nuestras madres, Dios depositò la esencia de Su Amor.
Quizàs esta frase introductoria, compartida por un sinnùmero de personas en el mundo nos lleve a meditar sobre lo grande e incomparable que es el Amor de una madre. Tan grande y sublime, que no hay nada sobre la tierra que se iguale a la inmensidad de sus sentimientos por cada uno de sus hijos, a quienes ama incondicionalmente, aunque no siempre este amor es correspondido en la misma magnitud, por la sencilla razòn de que hay hijos que no valoran ese gran amor.
Y es que tenemos que reconocer que solo un ser dotado de la gracia divina y destinado a amar sin medida, puede cumplir una misiòn tan sagrada, la misma que està cargada de entrega y sacrificio, desde antes que despunten los primeros rayos del sol, hasta avanzadas horas de la noche, - y a veces de la madrugada - por el solo hecho de cuidar y protejer su màs preciado tesoro: sus hijos, por quienes darìa su vida misma por no verlos sufrir un solo instante.
Sin embargo, asì como hay hijos buenos que honran y prodigan amor y gratitud permanente a quien les diò la vida y todo lo que llegan a ser màs tarde; asì tambièn hay hijos ingratos, que con su conducta y mal comportamiento rompen el corazòn de sus madres la mayor parte del tiempo, y no se detienen a pensar por un momento, que ese ser divino un dìa no estarà mas a su lado, y que ni sus làgrimas cargadas de remordimientos impediràn que ella retorne al seno del Dios Eterno.
Por eso, si tienes a tu madre viva, da gracias a Dios y sièntete el màs felìz de los mortales; àmala con todo corazòn y dàle las flores de tu amor dìa a dìa; regalale tu sonrisa y tus mejores sentimientos; abràzala fuertemente y dìle cuanto la amas, ella necesita escucharlo, de la misma manera como te lo ha dicho tantas veces, sentiràs que la luz que emana de su ser te bendicirà y te acompañarà adondequiera que vayas, porque es esencia divina, es luz de Dios.
GRACIAS SEÑOR, PORQUE ME DISTE UNA MADRE MARAVILLOSA.
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