Dios nos dió un Ángel para que cuidara de nosotros. Sí, un ángel lleno de bondad y amor desinteresado llamado Madre, en quien podemos confiar plenamente y sin reservas, con quien podemos compartir nuestras alegrías y nuestras penas, con la seguridad de saber que contamos con su incondicional apoyo, porque ella está siempre dispuesta a darlo todo, a sacrificarlo todo, si con eso consigue arrancarnos una sonrisa de felicidad.
Este ángel de Dios, en cuyos ojitos expresivos y llenos de ternura, lleva encendida la luz de la experiencia y la sabiduría; ya que con solo mirarnos advierte lo que está pasando dentro de nosotros, y con pasmosa admiración lee nuestros pensamientos, adivina nuestros sentimientos, y nos dice lo que nos está sucediendo, ya sea para gozarse con nuestros logros, o, ya para darnos su dulce regazo para aliviar nuestras penas y calmar nuestro quebranto.
Este ángel de Dios, que nos envuelve con esa nube luminosa de paz y sosiego, con tan solo emitir el cálido acento de su voz y sus palabras de aliento, y en cuya sonrisa parecen confluir los colores más hermosos y el perfume más exquisito de las flores que engalanan la maravillosa creacián de Dios; ya que basta una suave caricia suya para comprobar que las dificultades más graves que atravesemos a su lado siempre tienen solución.
Este ángel de Dios, en cuyo generoso corazón no hay cabida para el odio, el egoísmo, ni el rencor, porque siendo la más perfecta de todas las grandes obras de la admirable creación de nuestro Señor, le confirió a ella la capacidad infinita de amar y perdonar como nadie más puede hacerlo, como solo un ser dotado de los más puros sentimientos puede alcanzar tal magnitud ... Como solo los ángeles de Dios pueden hacerlo.
Este ángel de Dios, a quien tuve a mi lado durante tanto tiempo, quien llenó mi vida y mis días de su amor purísimo y sacrosanto ... Que me enseñó a caminar por la vida con la firmeza y bondad propias de un sabio, y quien, aún después de tantos años de no gozarme de su presencia fìsica, sigue siendo la luz y la brújula que guía mis pasos, que reafirma mis valores, que me refuerza en la adversidad, y que me recuerda a cada instante que es el ángel que Dios me dió por compañera inseparable.
REGOCÍJATE DEL AMOR DE DIOS, A TRAVÉS DEL AMOR DE TU MADRE
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