Los hombres aún no han cumplido en la Tierra sus obras más grandes, aquellas que lleven a mi corazón de Padre una divina satisfacción. Todavía muchas de sus obras, maravillosas dentro de lo humano, resultan pequeñas si sus autores las juzgan con mis leyes de amor. Ahí tenéis la razón de por qué muchos hombres de ciencia no quieren asomarse a lo espiritual, porque saben que ahí está la presencia del que todo lo sabe, del que todo lo ve y lo juzga. Prefieren negar mi existencia, creyendo con ello, acallar la voz de su conciencia.
No creáis que Yo juzgué mal a mis hijos por el hecho de querer conocer los misterios de la naturaleza; no, mi sabiduría es la herencia divina que tengo para mis hijos, mas sí juzgo la finalidad o la intención de los hombres de ciencia, cuando ellas no están encaminadas a los fines para los cuales es revelada.
Si Yo os digo que mi sabiduría será vuestra, ¿creéis que una sola existencia pueda ser suficiente para saber todo lo que tengo que revelaros? Si os digo que la ciencia humana no la podréis adquirir sin recorrer el extenso camino de la evolución, menos podréis adquirir el conocimiento de lo espiritual sin una completa evolución de vuestro espíritu.
No vengo a poner en pugna la espiritualidad con la ciencia, porque ese error ha sido de los hombres, mas nunca mío; por el contrario, vengo a enseñaros a armonizar lo espiritual con lo material, lo humano con lo divino, lo pasajero con lo eterno; sin embargo, os declaro que para andar por las sendas de la vida, es menester conocer antes el camino que os traza la conciencia, cuya ley espiritual procede del Espíritu Divino.
El hombre cree estar haciendo su voluntad, cree estar libre de toda influencia superior a él y hasta llega a creerse absoluto y forjador de su propio destino, sin presentir que llegará la hora en que todos comprendan que fue mi voluntad la que se hizo en ellos.
A los hombres que niegan mi existencia porque se han extraviado e los caminos de la ciencia, les miro con piedad; a los que tratan de destruirme en el corazón de la Humanidad, ni siquiera les veo como enemigos, les amo y les perdono porque son mis hijos muy amados.
Muchas obras de justicia divina se verán en la Tierra; entre ellas veréis a los hombres de ciencia descender hasta los humildes, aquéllos que en su corazón lleven la semilla de la espiritualidad o que hayan desarrollado el don de la comunicación de espíritu a Espíritu, para escuchar a través de ellos las revelaciones que su mente no descubrió.
Tercer Testamento.
Enviado por Mauricio Bernádez M.
No creáis que Yo juzgué mal a mis hijos por el hecho de querer conocer los misterios de la naturaleza; no, mi sabiduría es la herencia divina que tengo para mis hijos, mas sí juzgo la finalidad o la intención de los hombres de ciencia, cuando ellas no están encaminadas a los fines para los cuales es revelada.
Si Yo os digo que mi sabiduría será vuestra, ¿creéis que una sola existencia pueda ser suficiente para saber todo lo que tengo que revelaros? Si os digo que la ciencia humana no la podréis adquirir sin recorrer el extenso camino de la evolución, menos podréis adquirir el conocimiento de lo espiritual sin una completa evolución de vuestro espíritu.
No vengo a poner en pugna la espiritualidad con la ciencia, porque ese error ha sido de los hombres, mas nunca mío; por el contrario, vengo a enseñaros a armonizar lo espiritual con lo material, lo humano con lo divino, lo pasajero con lo eterno; sin embargo, os declaro que para andar por las sendas de la vida, es menester conocer antes el camino que os traza la conciencia, cuya ley espiritual procede del Espíritu Divino.
El hombre cree estar haciendo su voluntad, cree estar libre de toda influencia superior a él y hasta llega a creerse absoluto y forjador de su propio destino, sin presentir que llegará la hora en que todos comprendan que fue mi voluntad la que se hizo en ellos.
A los hombres que niegan mi existencia porque se han extraviado e los caminos de la ciencia, les miro con piedad; a los que tratan de destruirme en el corazón de la Humanidad, ni siquiera les veo como enemigos, les amo y les perdono porque son mis hijos muy amados.
Muchas obras de justicia divina se verán en la Tierra; entre ellas veréis a los hombres de ciencia descender hasta los humildes, aquéllos que en su corazón lleven la semilla de la espiritualidad o que hayan desarrollado el don de la comunicación de espíritu a Espíritu, para escuchar a través de ellos las revelaciones que su mente no descubrió.
Tercer Testamento.
Enviado por Mauricio Bernádez M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario