El miedo “huele”. Y además, ese aroma puede provocar cambios en el comportamiento de aquellos que lo perciben. Esa es la sorprendente conclusión a la que ha llegado un equipo de científicos de la
Universidad Stony Brook de Nueva York, después de descubrir que el sudor que produce una persona asustada no sólo es percibido por las personas que le rodean, sino que puede afectar a su comportamiento. Esa es la conclusión a la que han llegado la neurocientífica cognitiva
Lilianne Mujica-Parodi y sus colegas tras la realización de un curioso experimento.
Los investigadores tomaron muestras de sudor a un grupo de paracaidistas novatos durante su primer salto de las alturas. Después dieron a oler dicho sudor a dos grupos distintos de voluntarios, mientras eran sometidos a un escáner cerebral. Según Mujica-Parodi, todos los participantes mostraron una activación de la amígdala, la zona responsable, entre otras cosas, de procesar las emociones y el comportamiento. Cuando se realizó la misma prueba con muestras de sudor de personas que no estaban asustadas no se produjo reacción alguna. Curiosamente, el “sudor del miedo” tuvo otro efecto en los voluntarios: todos mejoraron un 43% su eficacia al reconocer si un rostro mostraba gestos amenazantes o no. Lo más destacado los resultados del estudio reside en el hecho de que parece sugerir que los humanos también nos “comunicamos” entre nosotros a través del aroma, de un modo similar al modo en que funcionan las
feromonas en los animales.
Si embargo, otros científicos, como el investigador
Johan Lundstrom, experto en feromonas del
Centro Monell en Philadelphia, creen que los resultados no ofrecen una evidencia definitiva de que las feromonas humanas existan. En cualquier caso, los científicos de la Universidad de Stony Brook creen que podrían haber identificado el químico activo responsable de la curiosa respuesta: un esteroide llamado
Androstadienone. Mujica-Parodi cree que si finalmente esta sustancia resulta ser la responsable, podría usarse para estudiar y comprender cómo funciona el mecanismo humano del miedo en situaciones en las que se concentran varias personas en espacios cerrados, como aviones, cárceles o submarinos. Además, serviría también para adiestrar con mayor eficacia a personas que trabajan en situaciones de riesgo, como policías, militares o pilotos.
Eso sí, las probabilidades de que tal hallazgo pudiera usarse como un “arma química” capaz de sembrar el terror entre multitudes parecen reducidas, tal y como explicó el psiquiatra Simon Wessely, del Centro de Investigación de Salud Militar de Londres: “El terro es biológico, de acuerdo, pero lo importante es la psicología y cómo afrontar la situación. No creo que llegues a aterrorizrte si no hay ninguna razón obvia”, explicó.
Fuente:
Scent of fear puts brain in emergency mode (New Scientist)Crédito imagen: Simon Pais-Thomas / Creative Commons / Flickr
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