
Así como entendemos lo que es blanco porque lo comparamos con lo que es negro, entendemos la Ley por los efectos que ella produce en nosotros, en nuestras existencias... Cada vez que nos alejamos del camino, nos golpeamos contra sus muros laterales, los que, en su elasticidad, nos devuelven a la senda correcta. Esos golpes pueden ser más o menos fuertes, más o menos dolorosos, tanto como nuestro alejamiento de la Ley. Pero si no fuera por esos efectos dolorosos, no volveríamos los ojos del alma al por qué de nuestro dolor, no nos interesaríamos por la causa de nuestros errores, no trataríamos de evitar equivocaciones ni de analizarlas para encontrar su defecto. Una cosa es vivir el Karma pasivamente, soportando sus correcciones con espíritu resignado, y otra muy diferente es interpretarlo para impulsarnos en La Corriente de la Vida, en su Sentido. En lugar de detenernos en las quejas y el egoísmo que nos lleva a considerar nuestro dolor como el único dolor, en lugar de gozar con la debilidad del "por qué a mí, precisamente", hay que ir tras las causas. Los efectos son una consecuencia; ¿consecuencia de qué? Y recordemos una vez más que el verdadero filósofo no se conforma con las preguntas. El por qué es una primera reacción lógica de la personalidad. Lo más importante es la respuesta a las preguntas, llegar a entender la raíz de cuanto nos sucede y dejar de considerarnos los eternos perseguidos por la vida, para asumir la naturaleza del Discípulo que aprende de todo cuanto le sobreviene.

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