En la cultura nipona no lloran para no ofender a quienes los rodean, por eso no se han visto imágenes de dolor como en otros desastres
La cultura japonesa sabe controlar el dolor, al menos no exteriorizarlo, como una disciplina ancestral para no “ofender” con su “energía negativa” a quienes los rodean, es por eso, según explicó al diario español El Mundo el sicólogo Miguel A. Cristóbal Carle, que no son usuales las imágenes de japoneses con lágrimas, con rostros de sufrimiento o de muertos en la nación devastada por el terremoto y tusnami del pasado viernes que han desatado una crisis nuclear en la central de Fukushima.
El experto en formación cross-cultural con más de 20 años de experiencia y también socio fundador de Healthy Work precisó que la cultura occidental le es difícil entender cómo el pueblo nipón se mantiene de pie y en calma ante una inminente hecatombe nuclear sin muestras aparentes de dolor por las pérdidas físicas y materiales.
"Los japoneses contienen solo sus emociones negativas por una razón: el respeto, no ofender a quienes les rodean. Nuestras emociones, nuestro dolor puede importunar o aumentar el dolor del otro y la cultura japonesa se basa en el respeto al prójimo y en el buen funcionamiento del grupo.
"En la mitología japonesa, todos los comportamientos que resultan en relaciones positivas con los demás son premiados, mientras que las acciones individualistas o antisociales son condenadas. Exteriorizar el sufrimiento implica cargar de energía negativa a quienes nos quieren o simplemente nos rodean. Por eso no vemos imágenes de muertos ni de sufrimiento. Por eso, desde nuestra cultura latina observamos asombrados lo que no entendemos, la contención a la hora de expresar sentimientos negativos como la tristeza y el dolor", explicó el especialista al periódico El Mundo.
Agregó que para los japoneses el sufrimiento se lleva por dentro y habita dentro de cada uno igual que moraría en cualquiera persona de otra cultura o país occidental.
"Prueba de ese sufrimiento son las únicas imágenes de dolor que hemos visto, las de niños, incluyendo una niña que sí que lloraba cuando observaba desde un puente como una inmensa ola arrasaba su pueblo. Hablando con un amigo japonés me comentaba que las nuevas generaciones sí que están aprendiendo a llorar también por fuera. ¿Fruto de la globalización?", concluyó el sicólogo.
fuente
La cultura japonesa sabe controlar el dolor, al menos no exteriorizarlo, como una disciplina ancestral para no “ofender” con su “energía negativa” a quienes los rodean, es por eso, según explicó al diario español El Mundo el sicólogo Miguel A. Cristóbal Carle, que no son usuales las imágenes de japoneses con lágrimas, con rostros de sufrimiento o de muertos en la nación devastada por el terremoto y tusnami del pasado viernes que han desatado una crisis nuclear en la central de Fukushima.
El experto en formación cross-cultural con más de 20 años de experiencia y también socio fundador de Healthy Work precisó que la cultura occidental le es difícil entender cómo el pueblo nipón se mantiene de pie y en calma ante una inminente hecatombe nuclear sin muestras aparentes de dolor por las pérdidas físicas y materiales.
"Los japoneses contienen solo sus emociones negativas por una razón: el respeto, no ofender a quienes les rodean. Nuestras emociones, nuestro dolor puede importunar o aumentar el dolor del otro y la cultura japonesa se basa en el respeto al prójimo y en el buen funcionamiento del grupo.
"En la mitología japonesa, todos los comportamientos que resultan en relaciones positivas con los demás son premiados, mientras que las acciones individualistas o antisociales son condenadas. Exteriorizar el sufrimiento implica cargar de energía negativa a quienes nos quieren o simplemente nos rodean. Por eso no vemos imágenes de muertos ni de sufrimiento. Por eso, desde nuestra cultura latina observamos asombrados lo que no entendemos, la contención a la hora de expresar sentimientos negativos como la tristeza y el dolor", explicó el especialista al periódico El Mundo.
Agregó que para los japoneses el sufrimiento se lleva por dentro y habita dentro de cada uno igual que moraría en cualquiera persona de otra cultura o país occidental.
"Prueba de ese sufrimiento son las únicas imágenes de dolor que hemos visto, las de niños, incluyendo una niña que sí que lloraba cuando observaba desde un puente como una inmensa ola arrasaba su pueblo. Hablando con un amigo japonés me comentaba que las nuevas generaciones sí que están aprendiendo a llorar también por fuera. ¿Fruto de la globalización?", concluyó el sicólogo.
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