La paradoja de la existencia del mal si hay Dios sigue sin resolverse
Libre albedrío, razones incomprensibles o karma, algunos de los intentos de adaptación
El problema del mal en el mundo considerando que hay un Dios supuestamente omnipotente y benevolente resulta difícil de afrontar. La paradoja es antiquísima pero, en la actualidad, ha sido revisada en algunos medios especializados. Los creyentes buscan ahora sus respuestas en la ciencia, en las inabarcables razones del Creador o en el karma, por ejemplo. Sin embargo, siguen sin encontrar una solución que convenza a los no creyentes y los sustraiga a su pesimismo laico: para ellos, las evidencias del inmenso dolor del ser humano, e incluso de los animales de la Tierra, no dejan lugar a dudas.
El problema del mal o Paradoja de Epicuro consiste, para la filosofía de la religión, en la contradicción que surge al combinar la existencia del mal y del sufrimiento en el mundo con la existencia de un Dios omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente.
Es decir, que el problema del mal emana de la suposición de que un Dios omnisciente y todopoderoso debería ser capaz de arreglar el mundo según sus intenciones. Como el mal y el sufrimiento existen, puede parecer que Dios quiere o permite que existan, por lo que no sería perfectamente bueno, o no sería omnisciente porque no se percata de todo el sufrimiento del mundo, o no es todopoderoso ya que no puede arreglar el mundo para eliminar de raíz el mal.
En los últimos meses diversos artículos en distintos medios se ocuparon de los enfoques de este problema. Por un lado, como ya publicamos en Tendencias21, en la revista The Global Spiral apareció un artículo firmado por el teólogo Arthur Gianelli en el que éste proponía generar una nueva teodicea (una explicación de Dios) que estuviese basada en los postulados de la ciencia contemporánea, y que, desde ellos, permitiera comprender la existencia del mal en el mundo.
Por ejemplo, señala Gianelli, dado que la ciencia nos dice que el universo está compuesto por infinitas posibilidades en el espectro entre el mal absoluto y el bien absoluto, Dios podría haber creado criaturas libres, significativas, cuya libertad no podría tocar. Por tanto, estas criaturas podrían vivir cualquiera de esas posibilidades.
Karma y culpa universal
El Pew Forum, por su parte, publicaba recientemente un artículo en el que se comparaba la consideración del mal de cristianos y budistas, llegando a una extraña conclusión: que la culpa parece universal.
En dicho artículo, Daniel Burke explicaba que si un desastre natural golpea a los Estados Unidos, enseguida aparece la siguiente pregunta: ¿por qué Dios ha permitido que esto ocurra?
Por el contrario, en Birmania, país principalmente budista y que ha sufrido recientemente los efectos de un devastador ciclón que se cree ha costado la vida a más de 100.000 personas, la gente señala al karma como causa segura de tan enorme mal.
Pero, ¿qué es el karma? Para doctrinas como el budismo, el hinduismo o el jainismo, el karma sería una energía metafísica (invisible e inmensurable) que se deriva de los actos de las personas. En concreto, la población de Birmania (país en el que más del 80% de la gente es budista), cree que el ciclón Nargis fue consecuencia de las medidas tomadas por los militares del país contra los monjes budistas el pasado otoño, señaló la profesora de antropología Ingrid Jordt, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, que anteriormente fue monja budista en Birmania.
Teólogos y científicos
Segú Jordt, la palabra karma a menudo no se entiende bien, confundiéndose en occidente con el concepto de “destino”. Pero, en realidad, en sánscrito este término significa “acción”, y hace referencia a aquellos actos que generan un destino, y no al destino en sí mismo.
Un eco distante de esta idea de acción que genera desgracias, señala Burke, podría encontrarse en las peroratas de aquellos líderes cristianos estadounidenses que han relacionado los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York, así como el Huracán Katrina, con la inmoralidad sexual imperante en Nueva York y en Nueva Orleáns respectivamente.
En otra línea, un artículo que se ha ocupado recientemente del problema del mal es el escrito por Peter Singer, profesor de bioética de la Universidad de Princeton, para The Guardian.
Singer comenta en él las discusiones que, hace unos meses, el científico mantuvo con el teólogo Dinesh D’Souza en la Universidad cristiano-evangélica de Biola, en California.
Para Singer, el teólogo no fue capaz de dar una respuesta convincente y definitiva a la pregunta de por qué en el mundo hay tal cantidad de dolor y sufrimiento, habiendo, según los cristianos, un Dios todopoderoso y omnisciente.
Argumentos cristianos
Los cristianos, según Singer, responden a esta contradicción con la explicación del libre albedrío: Dios nos concede este regalo y, por tanto, Él no es responsable del mal que ocasionamos. Pero esta respuesta falla cuando se habla, por ejemplo, del sufrimiento que generan los desastres naturales.
Por otro lado, explica Singer, los cristianos intentan justificar el dolor humano afirmando que todos los humanos son pecadores y, por tanto, pueden tener un destino horrible. Pero, señala el científico, ¿qué pasa en el caso de los niños que aún no han cometido pecado alguno?
Entonces, los cristianos acuden al pecado original que han heredado todos los habitantes del planeta, el pecado de Adán y Eva, y Singer se pregunta ¿por qué han de sufrir por dicho pecado también los animales, como ocurre en realidad?
En la discusión con D’Souza, éste señaló, en primer lugar, que dado que los humanos viviremos felices eternamente en el cielo, el sufrimiento del mundo es menos importante de lo que sería si nuestra vida en este planeta fuera la única que tendremos.
A esto, Singer contestó que, aún desde la perspectiva de la eternidad, el mundo podría ser mejor sin dolor o, al menos, sin tanto dolor. Cierto es, escribe el autor, que quizá necesitemos algo de sufrimiento para apreciar la felicidad, pero no tanto como el que tenemos en la Tierra.
Fe ciega y pesimismo laico
El segundo argumento de D’Souza fue el siguiente: dado que Dios nos ha dado la vida, no nos encontramos en situación de quejarnos si ésta no es perfecta. Si la vida es en sí un regalo, afirmó, no podemos problematizarnos si no es exactamente como quisiéramos.
Como respuesta, Singer señaló que, entonces, a aquellas madres que, mientras están gestando a sus hijos, les da por consumir drogas o alcohol sin tener en cuenta los daños que pueden ocasionarle a los fetos, no se les debe juzgar.
Por último, escribe Singer, D’Souza, “como hacen muchos cristianos cuando son presionados”, acabó cayendo en la argumentación de que no deberíamos esperar comprender las razones de Dios por crear el mundo tal y como es. Para Singer, la evidencia ante nuestros ojos hace pensar que es más plausible creer que nadie ha creado este mundo.
De cualquier forma, los pensadores llevan milenios intentando superar la paradoja del mal si existe Dios. Ya el filósofo griego Epicuro escribió en el siglo III a.C.: “O bien Dios quiere quitar los males y es incapaz de hacerlo, o puede hacerlo pero no quiere; quizás ni quiere ni puede, o tal vez quiere y puede. Si quiere pero no puede, es débil, lo cual no concuerda con su carácter; si puede pero no quiere, es envidioso, algo que también está en desacuerdo con él; si no quiere ni puede, es tanto débil como envidioso, y por lo tanto no es Dios, pero si quiere y puede, que es lo único que resulta apropiado para Él, ¿de dónde vienen entonces los males?, o ¿por qué no los quita?"
cred: Yaiza Martínez.
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Hace 6 años
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