Las palabras ocultismo y poderes ocultos causan en muchísimas personas temor y recelo, mientras que en otras, las menos, ejercen fascinación y despiertan interés. Lo primero es entendible, pues uno de los rasgos de la naturaleza humana es el miedo a lo desconocido. Lo otro puede explicarse porque es verdad que hay mentes muy curiosas, pero pienso que muchas veces tal atracción se debe a que el alma de esas personas ya transitó en vidas pasadas el sendero de lo oculto, y la sola mención de tales palabras aviva recuerdos que están atesorados en lo más profundo del inconsciente.
Veamos ahora lo que significa el adjetivo “ocultismo”. El diccionario Larousse en lengua española lo explica en los siguientes términos: Ocultismo -“Supuesta ciencia espiritista de lo oculto y misterioso en la naturaleza”. El mismo texto dice que espiritista es lo relativo al espiritismo, al que define así: Espiritismo - “Doctrina según la cual por ciertos procedimientos los vivos pueden entrar en comunicación con el alma de los difuntos”. Me parece muy conveniente cotejar la definición del Larousse con la dada en otro texto, el Diccionario de Esoterismo del Dr. Sergie Raynaud de la Ferriére: Ocultismo - “Doctrina de las cosas sagradas, escondidas y misteriosas”. Para una mejor comprensión del adjetivo, el mismo diccionario refiere que un Ocultista es: “Un hombre de ciencia que se ocupa más del plano espiritual y que se interesa en las cosas divinas. Es el estudio de la filosofía Hermética”.
Resulta evidente que estamos ante conceptos muy diferentes sobre una misma materia. Debo dejar en claro que estoy en desacuerdo con la definición de “ocultista” dada en el Diccionario Esotérico, pues sugiere que estaríamos ante una persona desapegada del comúnmente llamado mundo material, lo cual es incierto. Personalmente considero que la Ciencia Oculta tiene como principio fundamental la tesis de que la Realidad tiene dos caras: una visible y otra invisible. En la primera, la que vemos, están los efectos, mientras que en la otra, que no vemos, están las causas de lo que se manifiesta en la cara que percibimos con nuestros sentidos físicos.
La percepción del lado oculto de la Realidad, y que buscamos los verdaderos ocultistas, no tiene nada que ver con entrar en comunicación con el alma de los difuntos, sino con el entendimiento de los principios y de las leyes universales, que son las causas del mundo que experimentamos.
Un verdadero ocultista no está desinteresado del plano físico; todo lo contrario, es un verdadero estudioso del mundo material. Y lo que lo diferencia del investigador común es que sabe que las causas de lo material están en lo espiritual. El engaño a que están sometidos los que tienen una concepción materialista del mundo es que confunden efectos con causas, y caen entonces en el error de pretender producir nuevos y mejores resultados manipulando igualmente resultados, por ejemplo: lograr felicidad, que es un efecto, con más dinero, el cual es también un resultado.
Esos intentos no han de producir el fruto esperado, pues la causa de la infelicidad no está en la carencia de dinero, sino en otra cosa mucho más importante y que es también la causa de la falta de dinero. En lo particular pienso como Oscar Wilde, quien dijo: “El dinero no hace la felicidad... pero no conozco a nadie que haya logrado ser feliz sin dinero”. A la cita anterior siempre agrego lo que dijo Facundo Cabral: “Cuando la pobreza es una elección, la pobreza es una bendición. Cuando la pobreza es una imposición, la pobreza es entonces una maldición”.
En el Diccionario Esotérico se dice que Ocultismo es el estudio de la Filosofía Hermética, lo cual comparto plenamente. Precisamente, bajo el amparo de los principios herméticos he llegado a la conclusión de que una visión del mundo acorde con la Realidad ha de apoyarse sobre dos principios: primero, que el mundo en que se vive es el resultado de lo que se piensa, y, segundo, que el mundo es un aula de clases. El primer principio hace referencia a que el mundo en que se vive ahora es la materialización de lo que se pensaba en el pasado, y, por tanto, si ese mundo no gusta y se desea transformarlo, debe entonces trabajarse primero no sobre el mundo sino sobre la propia mente, afectando las propias creencias. El segundo principio tiene como centro la idea de que la causa de toda cosa importante que le sucede al hombre se debe a una lección que él tiene que aprender para poder progresar. Se fracasa y no se progresa, porque la vida tiene un método de instruir que difiere de los habituales, en los que primero se enseñan las teorías y luego se dan los problemas para resolverlos aplicando esas teorías. La vida procede al revés, primero pone los problemas y es solamente cuando se les resuelven que finalmente se comprenden las teorías. Por causa de ese modo de enseñar que tiene la vida es que el hombre aprende por “ensayo y error”, es decir, que él aprende equivocándose.
Lo desagradable del asunto es que en ese proceso de equivocarse y rectificar, él se causa y también a otros seres, mucho dolor y sufrimiento. Los dos principios conducen a un punto neurálgico: las creencias o paradigmas. Y es aquí donde debemos considerar el asunto de los poderes ocultos. Cuando hoy trato el tema, siempre recuerdo que cuando comencé mis estudios esotéricos pensaba que se me iba a instruir en poderes sobre como leer la mente, levitar, mover objetos sin tocarlos, etc. Para mi sorpresa, muy pronto caí en cuenta de que con el único poder con que el hombre cuenta es con el Poder del Espíritu, el cual lo expresa mediante una fuerza a la cual denominamos Pensamiento. Un poder que es distorsionado, a veces desperdiciado, cuando el pensamiento del hombre se soporta sobre creencias que no están en armonía con la realidad de las cosas. De tales creencias la más importante es la idea que el hombre tiene de sí mismo, y es por ello que los filósofos herméticos de la antigüedad aconsejaron: ¡Hombre conócete a ti mismo!
De manera que el Ocultismo primeramente es la ciencia que estudia al Hombre Real, considerándolo como un ser que tiene dos naturalezas: una humana y otra divina. Por otra parte, la práctica Oculta toma el cuerpo y la mente del hombre en su estado natural y los transforma de tal manera que los convierte en instrumentos fieles para la expresión de ese poder espiritual, que es tanto interno, personal, como universal. Es así como el Ocultista, transformándose a sí mismo, ejerce conscientemente su papel de intermediario entre Dios y la Naturaleza.
Francisco Ascanio (1943). Venezolano. Instructor de Qabalah y Ciencias Herméticas
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