Nos pasamos la vida entera buscando la felicidad, sin darnos cuenta que la felicidad está más cerca de lo que imaginamos, y quizas en más de una ocasión hemos dejado pasar de largo la felicidad, precisamente porque tenemos un concepto equivocado de lo que ella significa, relacionándola talvez con lo material ... placer, comodidad, dinero, posición envidiable, éxitos personales, y un sin fìn de cosas, que si bien es cierto nos llenan de satisfacción momentánea, no garantizan su perdurabilidad permanente, porque están carentes de lo más esencial y verdadero, que es el gozo espiritual.
La felicidad, es ese sentimiento hermoso que experimentamos y transmitimos en el día a día, a través de las cosas más sencillas y llenas de valor que forman nuestro mundo y nuestra razón de existir, por medio de las cuales emanamos una alegría natural y espontánea que ilumina nuestro rostro, que nos hace sonreir e invita a otros a que también rían con nosotros ... Podríamos estar sin un solo centavo en nuestro bolsillo y ser a la vez las personas más felices de este mundo ... y podríamos a lo mejor estar llenos de comodidades y bienes materiales y ser las personas más infelices, más vacías, y más tristes también.
La verdadera felicidad, aquella que no se extingue, se construye con amor y entrega. Sus raíces son profundas y auténticas, porque siendo su abono diario el amor, hará que sucedan cosas maravillosas, en las que el hombre no alcanza a comprender muchas veces su dimensión, porque su origen es divino, y donde está la mano de Dios todo germina y fructifica de manera única y sorprendente, todo es más hermoso y sublime, y consigue lo que el dinero, la fama y la opulencia no pueden conseguir, porque para alcanzar la felicidad hay que ser como los niños, puros y transparentes, con un corazón que late con la fuerza del Amor de Dios.
LA VERDADERA FELICIDAD, SOLO LA ENCONTRAMOS EN EL AMOR DE DIOS.
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